viernes, 28 de diciembre de 2012

Lo profundo del miedo

El chamán me había inducido a un estado de sueño. Para vencer al miedo, decía, hay que adentrarse en su reino y doblegarlo. Porque el miedo mora en lo más profundo de la mente, a la cual sólo tenemos acceso a través del sueño.
Me dormí profundamente bajo los cánticos tribales de aquel extraño ser y el humo dulzón de huesos quemados y hierbas chamuscadas, llevado por una suave marea que poco a poco se adentraba más y más en las oscuras montañas de mi subconsciente. Las luces de la realidad se consumieron, y el telón de mi alma fue retirado por una mano invisible. Bosques oscuros cubiertos de bruma se alzaron frente a mi ojos, altos cerros repletos de misteriosas cuevas, páramos abandonados y cubiertos de ceniza, ciudades ruinosas habitadas por el viento y el silencio. Y doblegando todas aquellas visiones estaba Él, el hombre de cara pálida, esperando sobre mi propia tumba con una sonrisa en los labios. Quise despertar, retroceder desesperadamente, huir de aquel hombre de abrigo y gorro negros que tan confiado parecía alzarse sobre mi propia muerte. Pero algo me impelía a continuar, a mostrarme verdaderamente, a revelar mi propio destino aún en contra de mis pensamientos. Estaba siendo manipulado, alienado por los ojos grises de aquel hombre, y no me veía con fuerzas para luchar por más tiempo.
Si aquel era el miedo, cuán gustoso iba a arrojarme a sus brazos.

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