martes, 16 de julio de 2013

Nada más

Hoy, en el silencio del crepúsculo, sentí tu presencia como alma en pena,
y dijiste con palabras mudas que me uniera a ti dejando esta vida.
-Ven, dame la mano, no temas; allí donde vamos sólo hay oscuridad, y nada más.
Y dejé la botella en la mesa, esa maza de juez que hasta entonces me había controlado.

lunes, 24 de junio de 2013

Noche de brujas

El bosque era un lugar de misterios y ecos fantasmagóricos. 
La niebla discurría a ras del suelo, envolviendo con sus pálidos tentáculos las ruinas pedregosas que salpicaban algunas laderas. El liquen cubría la milenaria piedra, y numerosas zanjas indicaban que antaño habían existido criptas subterráneas que ya nadie recordaba. El aullido de los lobos acompañaba al susurro del viento entre los pinos. Un siseo, algo parecido al roce de una serpiente sobre la hojarasca, se deslizaba en torno a las antiguas iglesias abandonadas, a las retorcidas tumbas que, desprovistas de sus cuidados semanales, brotaban del suelo como huesos pelados y brillantes. La sensación de soledad que reinaba en el bosque era asfixiante, terrible, y si algunas de esas personas que nacen especialmente sensibles a los estímulos del mundo se hubiera detenido para escuchar, habría sentido en su alma la desesperación y la agonía del terror más profundo y primitivo.
Una figura avanzó a través de aquellas ruinas. Vestía de largo blanco, y dejaba tras de sí un rastro liso y ligeramente sutil. Sus cabellos de negra noche oscilaban sobre  delicados hombros, pálidos a la luz de la luna. Caminó descalza hacia una piedra rectangular que había sido rodeada con antorchas y velas. El altar era viejo, veteado de rojo y blanco, y sus bordes estaban cubiertos de musgo y hongos. La figura se inclinó, alargó el brazo y acarició al recién nacido que boqueaba sobre el altar como un pececillo fuera del agua.
-Un sacrificio has de ofrecer al Señor Destructor, al Amo de la Vida y de la Muerte -dijo la figura, sacando de sus ropajes una pequeña daga-. Regala tu vida, ser mortal, pues no hay ofrenda más preciada que la sangre de uno mismo.
La hoja destelló sobre la húmeda piel del bebé. Los ojos de la bruja, plenos de éxtasis, parecían de corindón. Eran hermosos, muy hermosos...


sábado, 27 de abril de 2013

La aldea de la montaña


     Hace mucho tiempo, en un lugar muy al sur de China, había una misteriosa aldea en lo alto de una montaña. Este lugar no aparece en los mapas, ni siquiera en el más detallado y minucioso, y se dice que la bruma de la montaña la oculta de la vista, y que tan solo los que son invitados pueden acceder a ella.
     Se sabe, no obstante, que en aquella aldea vivió un venerable anciano de profunda sabiduría. Tales eran sus artes y conocimientos que peregrinos de todo el mundo trataron de entrevistarse con él, preguntando e investigando, pues sabían que, si no eran invitados, jamás lo encontrarían. Pero para el anciano maestro los invitados no existían. Quien deseara verle sólo tenía que hacerlo. Como no parecía cosa fácil, nadie acudió finalmente a entrevistarse con el venerable sabio, y éste empezó a creer que, tal vez, no habían sido tan fuertes los deseos de sus corazones.
     Pero una mañana de primavera, con el sol retozando entre las nubes, un viajero acudió al estanque donde el sabio solía pasarse las horas meditando. Las flores de los cerezos caían como una lluvia, y las garzas paseaban entre los caminos que conducían al estanque. El viajero se acercó al anciano, se postró de rodillas frente a él y solicitó su perdón.
     -¿Por qué has de pedir perdón, viajero, si acabas de descubrir que la voluntad es más fuerte que el deseo? -preguntó el anciano, observando detenidamente al hombre.
     -Porque he de secuestraros, venerable anciano -reveló el viajero, inquieto-, y llevaros ante el Emperador. Su Excelencia desea que le sirváis fielmente como consejero, pues vuestra sabiduría ha trascendido más allá de los Cinco Países.
     Resultó que el peregrino era un soldado del Emperador, enviado por éste a la misteriosa aldea de la montaña para llevar al sabio a su palacio. Había atravesado medio país, a pie y a caballo, preguntando y siguiendo rumores, movido tanto por el instinto como por las indicaciones de aquellos que parecían de fiar.
      Dos meses después de su partida de palacio alcanzó la montaña brumosa.
     -Sólo hay secuestro si me negara a acompañarte, guerrero -dijo tranquilamente el anciano-. Pero observo que tu arrepentimiento es más fuerte que tu deseo de obedecer. ¡Vaya! -exclamó, sonriendo-, en apenas un minuto has demostrado dos veces más virtudes que deseos.
     El soldado se incorporó y miró fijamente al anciano. Estaba sentado sobre una roca alisada, y su túnica blanca se agitaba con el viento.
     -Desde niño siempre quise ser un poderoso guerrero, venerable anciano.
     -Pues has de saber que el guerrero más poderoso es aquel que nunca lucha -dijo el maestro, adoptando una postura más relajada-. El guerrero que desea ser considerado como tal es aquel que tiende la mano a su enemigo y le ayuda a levantarse del suelo. Ahí está la fuerza. Porque golpear y matar es algo demasiado fácil.
     El guerrero guardó silencio, meditando aquellas palabras.
     -Tómate un día de reflexión y descanso -continuó el anciano, volviendo a su estanque y el horizonte montañoso, donde el mundo parecía más pequeño a tan elevada altura-, pues pareces nervioso y estarás exhausto del viaje. Lo que hayas venido a hacer puede esperar un día más. No te preocupes.
     El guerrero asintió y, en silencio, se dirigió a la aldea en busca de una posada.

     Al día siguiente, el anciano estaba en el mismo lugar. A su alrededor, las flores de cerezo formaban una alfombra rosada y blanca, y las garzas estaban ahora inmóviles dentro del estanque. Las linternas de piedra iluminaban los estrechos y sinuosos senderos de grava. El guerrero, completamente descansado, tomó asiento junto al anciano y, como él, clavó la mirada en las tranquilas aguas.
     -He estado pensando, venerable anciano -dijo el guerrero, tranquilo-, en vuestras palabras de ayer. No hay secuestro si la parte afectada no se niega, es cierto, y eso me hace pensar que siempre podemos elegir ser una cosa u otra en la vida.
     -O ambas -añadió el anciano-, o muchas. O ninguna.
     -Si os llevara al Emperador, podría considerarme un buen soldado, pero siempre estaría limitado por la obediencia, y eso es lo que me convierte en un siervo, y no un guerrero.
     -Esas sí son sabias palabras, viajero.
     El viajero sonrió. Luego dijo:
     -No voy a llevaros ante el Emperador, venerable anciano, pero yo tampoco regresaré. Seré un poderoso guerrero en este lugar, donde tenderé la mano a mi enemigo y donde podré tomar mis propias decisiones, pues así ha sucedido.
     El sabio sonrió. Ahí sí había un fuerte corazón.

                                                                                                           Nieblas del Zen, Abel Loro Valero.

martes, 9 de abril de 2013

Tiempo de cenizas


Sobre las secas estepas y las rocosas colinas de bordes afilados se extienden las sombras y el silencio que preceden al atardecer. El horizonte se tiñe de púrpura y dorado, y los restos cobrizos y aún cálidos del día se convierten en un preciado recuerdo para los jinetes nómadas, obligados a pernoctar en improvisadas tiendas hasta la llegada del amanecer. En el centro de un pequeño campamento nómada arde con fuerza una gran hoguera, cuyas altas y resplandecientes llamas iluminan con reflejos anaranjados los aceitados cuerpos de los silenciosos jinetes. Uno de ellos, pintado de rojo a la manera ritual, parecía absorber el fuego con la mirada. En sus ojos grises arde el deseo, y su musculado torso se agita por la excitación del momento.
Una mujer de piel cobriza se adelantó al grupo y caminó hacia las feroces y rugientes llamas. Tras alargar un brazo cubierto por entero de amuletos y brazaletes, deja salir de su boca extrañas y repetitivas palabras, conocimientos legados a través de generaciones por la sabiduría de los ancianos hechiceros. 
-Soles y vientos, que traigan un nuevo amanecer -musitó-. Nunca debe caer la Noche Eterna. El sacrificio de los nómadas siempre traerá la luz al Mundo Oscuro.
El guerrero, llevado por la trascendencia ritual, salió de su lugar y se acercó a la bruja por la espalda. Su corazón quería hablar, advertirla, pero sus labios estaban sellados. Acto seguido, movido por el imperioso deseo de guiar a su pueblo como Señor de las Estepas, empujó a la mujer hacia las llamas, cuyos gritos resonaron por toda la planicie como ecos de dioses primitivos. Poco antes del amanecer, los lamentos cesaron, justo cuando la aurora empezaba a teñir de rojo sangre el horizonte. 
El tiempo de las cenizas había llegado, y los nómadas debían cabalgar para poder contemplar nuevos amaneceres.

lunes, 8 de abril de 2013

En las puertas del Valhalla


Me acuerdo de los Gigantes,
del tiempo del renacer,
donde no moraban hombres ni mujeres,
un Imperio destinado a caer.

En las playas ni olas ni arena,
un vacío existencial,
la Eterna Lucha quebró el mundo,
llegarán los días del invierno glacial.

Él alza su martillo con gesto triunfal,
el Árbol de la Sabiduría se desplaza en la corriente,
no hay ondas de razón en el Aeva,
el can ruge hacia el sol poniente.

De todos nació el fuego y la sombra,
azotando al enemigo con rugidos de ira,
teñido el horizonte con llamas de guerra,
las valquirias descenderán para probar su valía.

Dispuestas están las mesas en el Gran Salón,
trompetas y cantos para los muertos,
los cuernos saltan de mano en mano,
y un amuleto sediento de nuevos versos.

Dísir de increíble belleza,
que hechizado me encuentro en el Lago,
si de tal hermosura es la Muerte,
gustoso estaré de ofrecerle mi mano.

miércoles, 3 de abril de 2013

La cabaña del bosque


La casa (no, la choza) que se alzaba frente a mí, en mitad de la nada, era, cuando menos, una suerte de tablas mal encajadas y cristales destrozados. La bruma que palpitaba en el porche no ayudaba a alejar la sensación de inquietud que se había adueñado de mi razón desde que atravesara el lindero del bosque, y  los únicos vestigios de que alguien había morado allí anteriormente respondían a unos cuantos vasos rotos y un par de fotografías calcinadas.
Apreté el libro entre las manos.
Si los mensajes descifrados estaban en lo cierto, me hallaba ante lo que había sido el escondrijo de una bruja. No una inconformista rebelde que encuentra algo de falsa liberación en las extravagantes prácticas esotéricas de la New age. No. Allí se respiraba algo más arcaico, más oscuro, más sencillo y terrible por su  preteridad. Allí, en algún tiempo, había morado una bruja de la vieja escuela, de las que embaucaban a inocentes para sacrificarlos en honor de siniestras deidades.
Un murmullo a mi espalda, como una voz llevada por el viento, me confirmó lo que ya sospechaba: tenía que abandonar aquel lugar cuanto antes. 

viernes, 29 de marzo de 2013

Un poco de luz


Dicen que la sugestión puede hacernos ver todo tipo de cosas en la oscuridad. Bien, yo he visto esas cosas.

La mano del dragón golpeando a la dulce princesa.
El orco sediento apoltronado en el sofá, rugiendo por comida.
El malicioso duende robando oro del monedero de la reina, pícaro y audaz.
El troll que ríe maliciosamente ante el llanto y las súplicas de la indefensa campesina,
deleitándose con el dolor, vanagloriándose de la superioridad que le confiere el estar de pie, sobre ella, victorioso y satisfecho.

Ahora, en mi pequeña habitación, me encojo ante la feroz mirada del lobo, que se acerca lentamente hacia mi, con la botella en una mano y el cinturón en la otra, riendo a carcajadas mientras pido de corazón que regrese la luz a nuestro apagado hogar. Sólo pido eso; un poco de luz. Un poco de luz.

Sólo soy un niño ahogado por la oscuridad.

martes, 19 de marzo de 2013

Juntos para siempre

Ella, delicada como una rosa, cubierta de seda y viento.
Pétalos de roja esencia discurren junto a sus pechos,
Pequeños y hermosos, otrora cautivos de una cruel realidad.

Líneas de vida que se escapan con el último suspiro; 
Su cabello de noche se esparce tras ella, sobre una radiante cama. 
Como el mármol se ha tornado su piel blanda y colorida,
Fría como el más frío invierno, inerte como el profundo averno.

Con labios entreabiertos dejas escapar tu vida, 
delicada como una rosa, el cuchillo entre sus inertes dedos, 
verdugo de tus desesperados sentimientos.

Yo siempre había estado ahí, mas tus ojos no supieron verme.
Ella, delicada como una rosa, cubierta de seda y muerte, 
de insidiosas cualidades vampirescas, mi razón a mí ya no me obedece.
La ciudad se hace grande a mis pies, el viento sacude mi ropa. 

Poco a poco me acerco a tu persona, abajo, abajo, abajo... 

Pues no hay pasos de dudas ni senderos de esperanza; 
mi destino reside contigo. Allá donde estés, de la mano haremos un nuevo camino.

lunes, 18 de marzo de 2013

Murphy


Se levantó tarde; el despertador se quedó sin pilas.
Al ir al cuarto de baño se encontró sin papel y sin cepillo de dientes. El agua, debido a unos problemas con la luz y temas técnicos de caldera, se negó a calentarse (para ponerme cachonda estoy hoy, hubiera dicho con cierta ironía). Bueno, a otra cosa.
Cogió la bolsa de basura y, debido al peso que había acumulado la noche anterior, se rompieron las asas con un triunfal chasquido y el suelo se alfombró de cáscaras, peladuras, tomate y restos de pasta. Bufó (todavía era pronto para empezar a cagarse en alguien). Al salir a la calle, que de normal estaba desierta, comenzaron a cruzar por delante de él decenas de coches, sin llegar a pararse del todo para dejarle pasar. Cinco minutos de espera en la acera le cabrearon hasta el punto de mandar a todos a la mierda. Al llegar a casa quiso ponerle remedio; se enroscó una cuerda alrededor del cuello y anudó el otro extremo a la lámpara. 
Al pegar el salto cayó de bruces contra el suelo; la cuerda llevaba mucho tiempo podrida...

sábado, 16 de marzo de 2013

Estrella del alba

Ah, estrella del alba,
que retozas entre los árboles tranquilos del Vesanm,
tus ojos reflejan los saltos de agua
y tu cabello resplandece con la miel de los panales.

Caída con la Primera Guerra,
cubierta de flores y perfumes,
tu arco dispuso el orden y trajo el juicio
al mundo corrompido de los hombres.

Descansas ahora en el valle entrelazado de árboles,
junto a sauces, nogales, tejos y enebros,
y más allá de las hojas que caen como lluvia dorada
espera la gran mesa cubierta de exquisitos manjares.

Tus hijos alegremente corretean por los bosques,
guiando a los perdidos con susurros en la noche,
sois llamas que avivan los corazones,
como el buen vino que suelta espuma en la jarra.

Dime, estrella del alba, qué mano inmortal
tejió tu vestido de seda y oro,
que ilumina el mundo al caer la noche
como un amanecer de nueva esperanza.

Los senderos siguen ahí con el paso del tiempo,
la calidez del mundo te envuelve todavía
y en los claros de verde hierba donde el sol caldea las rocas
yaces dormida a la espera de nuevas señales.

Empuñas la rectitud y la justicia con férrea determinación,
y no hay hombre alguno que no conozca tu nombre,
entrelazada de primaveras y azucenas,
aguardas al doliente para sanar sus penas.

Ven pronto, estrella del alba, y cúbreme con tu cabello
de hiladas esperanzas, pues no hay en el mundo ser alguno
que tan decididamente muera por proteger aquello que
ya nos esperaba mucho antes de nacer.

viernes, 15 de marzo de 2013

En los abismos de la mente

En los rincones más intrínsecos del subconsciente, allí donde mora la esencia más primitiva del ser humano, se refugian entre recuerdos diluidos la locura, la maldad y la violencia. Tal es el caso de Lonago, que aún llevando su gato pardo varios meses muerto, continuaba acariciándole por las noches...

jueves, 14 de marzo de 2013

Los ojos del Salvador

En el eterno portal de la desdicha
que no recibe héroes ni reyes,
un corazón que porta negrura
atraviesa la brumosa frontera.

La risotada despierta al Ángel
y el Libro de las Crónica se abre,
el conocimiento ha de ser preservado
en esta inmaculada noche.

Él trata de salir del abismo, de alzarse
y verse liberado del temor y la oscuridad
por eso ruega con toda su fe
esperando a los ojos del Salvador.

Los ojos del Salvador, están en el amanecer
Los ojos del Salvador, vigilan el anochecer

La mente despierta libera el mal de tu interior
no hay pasos atrás ni miradas al pasado,
tan sólo un camino por delante que nunca debes abandonar
sigue la estela que brilla en el cielo.

Rey de Luminosidad, tiende tu mano al pobre
y protege al que sigue la senda del Bien,
cuestiona los motivos que ensombrecen el horizonte
y combate por un mundo mejor y justo.

El Ángel desciende y muestra su ira al pecado
mientras los colmillos del Infierno se muestran al que duda,
Salvador de blanca esperanza,
esta noche esgrime tu espada y tráenos un mañana.

Los ojos del Salvador, están en el amanecer
Los ojos del Salvador, vigilan el anochecer.

Marioneta


De enclenques protuberancias hiladas se sostiene,
mas su mirada libre anda, maliciosa, suspicaz, indomable. 
Alguien de ominosa voluntad decide su destino, 
su vida a tan sólo un corte de tijeras,
mas su mirada libre anda, maliciosa, suspicaz, indomable.

Y esos ojos descarnados, 
cuencas que no son más que agujeros de perdición,
inquietan y perturban, y alejan la mano que mueve los hilos.

Más allá del cuerpo y de las ataduras celestiales, 
el alma reflejada en la mirada es la voluntad más indomable,
y no hay hilos, cuerdas o dedos que logren encauzar la enfermiza obsesión
de la marioneta que únicamente desea amar.

domingo, 10 de marzo de 2013

Álzate, oh rey

Sólo un chico,
con la mente demasiado abierta,
el cielo sobre su cabeza
y un camino por recorrer.

Destino y esperanza,
atado a la realidad,
abre la ventana al nuevo mundo,
rompe las cadenas y gana esta guerra.

No pretendas entender la verdad,
el yugo que esclaviza a los Hombres,
vuela libre y déjate llevar,
viaja al reino de tus sueños.

Álzate, oh rey, de tu trono de pesar,
coge las riendas de tu vida
y entiende que tras la oscuridad
resplandece un nuevo amanecer.

Creo que puedes entender
que las olas rompen con fuerza
cuanto más fuerte es el viento,
déjate llevar y vuela libre.

El camino es tortuoso, lo sé,
y el trueno y la ceniza llegarán,
pero tú, oh rey, portas la espada de la decisión
y el escudo de la verdad.

Te aguarda un preciado tesoro,
que brilla más que el sol,
coge el pesar por el cuello
y hazlo desaparecer de ti.

Álzate, oh rey, de tu trono de pesar,
coge las riendas de tu vida
y entiende que tras la oscuridad
resplandece un nuevo amanecer.

Puede ser que al otro lado del escenario
donde somos nuevos sueños,
quede un reino de luz y esperanza,
álzate, oh rey, y que nada perturbe tu vuelo.

viernes, 8 de marzo de 2013

Olas de Babilonia


Todavía con los pies en la tierra ardiente,
la mirada perdida en el cielo,
sueñas con romper las cadenas
que impiden realizar tus sueños.

La campana suena en el final de tus días,
olas de Babilonia que rompen en tu cabeza,
huellas que han de ser impresas
en el camino y en las vías.

Desconoces y no comprendes
la elección final que ha de llegar,
pues ahora te pones en marcha,
ahora que todo va a acabar.

Sueños que continúan más allá de la noche,
las estrellas no dejan que te pierdas,
una luz al fondo como faro de Alejandría,
las olas de Babilonia son ángeles que te acogen.

Mamá



Nunca es tarde si la dicha es buena, se suele decir, aunque me temo que, esta vez, no anda muy bien encaminada. Y es que Mamá (Andrés Muschietti) es un claro ejemplo de cómo aprovechar, o alargar, los quince minutos iniciales durante los ochenta y cinco restantes. Sí... Hay sustos, ruidos y un guión no demasiado bien encajado, pues so pena de haber saltos completamente incomprensibles, y recursos Deux ex Machina que, lejos de completar o salvar un guión ya bastante insondable, revelan que hay más cliché de lo que se pretendía (supongo), las lagunas abiertas a mitad del metraje se vuelven casi una parodia. 
He de reconocer que "Mamá" (Javier Botet; Rec, Balada triste de trompeta), y en las raras ocasiones en que no está digitalizada, me produce verdadera inquietud, así como lo hizo su papel de la niña de Medeiros en Rec, y me cuesta adaptarme a su aparición en pantalla. Punto a favor. 
No obstante, lo que empieza siendo como un filme de terror con fantasmas, niños ferinos (o salvajes, y niñas en el caso que nos compete), y algún que otro personaje que, por sus pateadas nocturnas en mitad del bosque, da la sensación de que desconoce por completo el género, termina en una extraña historia de amor con mariposas y llantos incluidos. Ni de serie B.
Me hubiera quedado con un guión sociológico acerca de la reinserción de las niñas criadas en estado salvaje y la repercusión que podría tener un cambio tan radical en su forma de ser y comportamiento. Su aspecto, movimientos y voces me resultaron muy atractivos, escalofriantes; lo mejor de la película. 
Vale, en algún momento salté de la butaca, en otros reí... pero lamento decir que, pese a las ganas que tenía de verla, fueron muchos más los que bostecé. 

Valoración 5/10

martes, 5 de marzo de 2013

The Possession (el origen del mal)


Vale, lo reconozco, esta vez estaba más que predispuesto a que el filme me gustara. Ya sólo con el respaldo  del respetable nombre de Sam Raimi a la producción (Ghost House Pictures), merecía un poco de atención (giraré la cabeza a fiascos, en mi opinión, como su trilogía de Spiderman) por mi parte. Primer paso dado. Luego llegó la sinopsis, y allí me encariñé un poco más; posesiones (valga la redundancia). Aunque es un tema trajinado hasta la saciedad, siempre va bien comparar y ver quién aporta más originalidad o no a un género que últimamente me sabe a poco. Por eso les doy un voto de confianza. Bueno, pues dicho esto, empezaré argumentando los motivos que me han llevado a desear volver a ver el largometraje, a saber, unos sustos que, aunque esperados, son verdaderamente escalofriantes, un ente/ser/demonio que me resultó fascinante, no sólo por la repulsión que me creaba, sino porque consiguió que, aquella misma noche, encendiera las luces para entrar en el cuarto de baño. Muy espeluznante (sobre gustos, colores).
Así mismo, otro punto fuerte, en mi opinión, de la película es que esta vez la temática gira en torno a la religión judía, un punto a favor considerando toda la parafernalia cristiana a la que estamos acostumbrados en esta clase de género. Sorprendente el exorcismo, que lejos de parecer ridículo por sus histriónicos gestos, consigue atrapar al espectador desde el primer momento.
Hay cosas a mejorar, como todo en esta vida, pero prefiero quedarme con el buen sabor de boca que me dejó The Possession y alejarme de tanta pedantería cinefilocrítica que hay suelta por ahí.
Ale.

Valoración 7/10

lunes, 4 de marzo de 2013

Ninguna luz

Al despertar no había ninguna luz.
Sentí temor en un principio, mas la cordura y la razón me empujaron a imaginar lo que tantas veces había sucedido; era de noche. Al poco empecé a temer que mis pensamientos fueran por el camino equivocado, pues ni de noche ni de día era. De hecho, el tiempo parecía haberse alejado sorprendentemente de mi existencia. Al levantar los brazos topé con una sólida estructura, acolchada y suave, pero, como la roca, dura en su esencia. Los laterales también, y el colchón que me viera caer en las alas del sueño horas antes ahora se había tornado frío y rígido. Un olor a humedad, como de tierra mezclada con agua de lluvia, inundó mis fosas nasales. 
Estaba helado, muy helado.
Pocas pruebas más necesité para confirmar las sospechas que empezaban a fluctuar en mi consciencia; estaba enterrado.
Ahora, el verdadero problema era mi mudez.  

viernes, 1 de febrero de 2013

Entrante

Le había dicho que su hijo estaba muerto. Un mal parto, demasiada sangre, y adiós muy buenas.
El doctor no soportaba la debilidad humana, la obligada dependencia existencial de los sentimientos, y por eso había abandonado rápidamente a la parturienta dejándola con su dolor y un par de destrozados familiares.
Todavía le quedaba algo por hacer. Llevaba mucho tiempo esperando algo así, muchas lunas y muchos pasajes por delante de sus estrechos ojos. La mano le temblaba en el bolsillo de la bata. El dulce fluir de la vida impregnaba la impoluta tela como si hubiera salido de un matadero. El doctor sonrió; en cierta medida era así.
Dejó atrás todo el laberinto de pasillos fríos y blanquecinos y se adentró en la morgue. Su corazón palpitaba como el frenético trote del caballo desbocado. Allí estaba el cuerpecito, envuelto en blancas telas, que se agitaban levemente con el movimiento de los brazos y los pies. 
El doctor sacó las manos de los bolsillos y se las frotó. Un reguero de saliva discurrió por la comisura de sus labios. Tenía hambre, mucha hambre. Llevaba años sin probar bocado, y al fin podría disfrutar de un bien merecido entrante.

viernes, 18 de enero de 2013

Rosa roja

Ella, delicada como una rosa, cubierta de seda y viento.
Pétalos de roja esencia discurren junto a sus pechos, pequeños y hermosos, otrora cautivos de toda mi presencia.
Líneas de vida que se escapan con el último suspiro, su cabello apelmazado como la noche se esparce tras ella, sobre la blanca cama.
Como el mármol se ha tornado, su piel blanda y colorida, fría como el más frío invierno, dura como el rechazo que me mostraste en un principio.
Con los labios entreabiertos dejas escapar tu vida, rosa roja de ciudad, el cuchillo todavía yace entre sus inertes dedos, juez de tus nobles sentimientos.
Yo siempre había estado ahí, pero no supiste verme.
Ella, delicada como una rosa, cubierta de seda y muerte,
de insidiosas cualidades vampirescas, mi razón a mí  ya no me obedece.
La ciudad se hace grande a mis pies, el viento sacude mi ropa. Atrás quedaste con la vida, con el futuro y los sueños, y ya no me queda más salida que juntarme de nuevo contigo en el Reino de los Muertos.

sábado, 12 de enero de 2013

El hombre de las sombras


No suelo ser demasiado crítico con una obra, ya sea de cine, música, literaria, o en cualquier otro formato, pues soy consciente de que, detrás de ella (sea cual sea el resultado), hay esfuerzo y una ilusión, que ya de por sí merecen mis respetos. 
Bien, dicho esto comenzaré con la crítica de El hombre de las sombras. 
Viene reforzada por Pascal Laugier, (Martyrs, Saint Ange), que aunque no es santo de mi devoción sí me parece alguien que mima el tema de sustos y saltos del asiento. Y ahí acaba todo.
Decir que la película no me ha gustado es más bien poco. Desde las actuaciones, forzadas a más no poder, al guión, mucho más forzado si cabe, totalmente sin sentido de un momento a otro, no puedo decir nada bueno, la verdad, y es una pena, sobre todo por la pequeña explicación inicial. A su favor diré que sí que me resultaron tentadores esos escenarios boscosos cubiertos de bruma y oscurantismo, la decadencia del pueblo donde transcurre la acción así como la escena inicial de la protagonista tratando de insuflar vida a un niño muerto, y es que es lo que sobresale de la película. El resto... bueno, tampoco quisiera desvelar nada.
Así mismo, el mensaje que pretende insuflar en nuestras pasivas consciencias es, cuando menos, desalentador. 
Nadie tiene derecho, repito, nadie, a juzgar el modo de vida, y mucho menos a decidir sobre ella, de las personas. ¿Quién juega a ser Dios para decidir el futuro de los niños? Sus padres, y nada más que ellos. Ni la sociedad, ni justicieros vestidos de sombras, ni nada. No hay más discusión. En este punto, creo que la idea sobre la que gira el final de la película es errónea, y una chica nos hace una pregunta verdaderamente aplastante, en cuya respuesta reside la verdadera valoración del metraje, así como el mensaje que pretende transmitir a base de giros y hombres de las sombras.
Al menos, al contrario que muchos filmes, el malo de turno no sobresale por su personalidad histriónica.

Valoración: 4/10

jueves, 10 de enero de 2013

Escritos del devenir, Relato I. Noche eterna.


-He oído que sois capaz de proporcionar la vida eterna, Ominosa Emperatriz.
Nieth, en su trono de metal y carne, esbozó una siniestra sonrisa. O algo así le pareció al joven Asenet, que no podía jurar que aquellos labios descarnados y volteados hacia atrás pudieran realizar otro gesto que aquel de espanto y horror que poseían.
-Has oído bien entonces, Asenet. -La deidad se puso en pie. Los apéndices gelatinosos y ovoides que brotaban de su hueso parietal se agitaron tras su espalda. Una estrecha tela de seda blanca cubría la mitad inferior de su desnudo cuerpo, seductor y terrible a la vez-. ¿Qué estarías dispuesto a ofrecerme para complacer tus deseos?
Asenet se arrodilló aún más bajo la presencia de la Emperatriz. Se sentía horriblemente indefenso ante su presencia, insignificante y perecedero como una hoja de papiro junto al fuego. La breve mortalidad envolvió su consciencia mientras imágenes de horrores indecibles y mares de sangre se agolpaban en su cabeza. Las palabras de la Emperatriz Nieth poseían aquella fuerza.
-Os ofrezco mis tierras, mi ganado y toda la cosecha del año, Ilustrísima Deidad.
Nieth alzó su látigo de cuero y un bastón que recordaba ligeramente a un falo en erección. Sus ojos se estrecharon y una expresión de ofensa apareció en su abominable rostro. Tras el trono, el visir Tjebenet se revolvió con temor. Encadenado como estaba por el cuello a una gruesa argolla anclada en el mismo trono, no podía librarse ni un instante de la ira de su señora, aunque ésta fuera provocada por otra y hacia otra persona. Los arañazos, las mordeduras y los anélidos biotecnológicos que sobresalían de su piel daban evidencia de ello. Cuando el campesino marchase, ella le provocaría eternos padecimientos y placeres.
-¿Acaso me has tomado por uno de esos primitivos seres de la antigüedad? -rugió la Emperatriz, usando su verdadera voz. Era un eco frío, distante, como pasos solitarios sobre un puente cristalino frente al eterno abismo de la no existencia-. Yo soy el devenir y la evolución, el progreso en su estado más puro, la esencia del tiempo que ordena todas las cosas. La carne y la sangre son los únicos sacrificios que me ofrecerás. ¿Estás dispuesto a pagar tan alto precio?
La vida eterna... Asenet se mordió la cara interna del labio inferior. No sabía si la Emperatriz podía leer sus pensamientos, pero no lo descartó como algo improbable. Su vida no tenía sentido, eso lo había reflexionado hasta la saciedad en las frías noches de su hogar, y no hallaba manera de encontrar la salvación y lograrse un futuro bendecido con la esperanza de que sus recuerdos no cayeran en un pozo sin fondo. Entonces llegó desde el cielo nocturno aquella monstruosa deidad con sus promesas y milagros, sus profecías y diatribas sobre seres inmortales y evoluciones paralelas a la razón humana. Se alzaron construcciones grotescas en honor de la Emperatriz, recintos inmensos de orgánica locura mezclada con extraños metales que resonaban con tenues zumbidos durante toda la noche, y los sacerdotes se dedicaron en cuerpo y alma, literalmente, a rendir culto y expandir su palabra, ofreciéndole sacrificios humanos para saciar su inagotable sed. La salvación parecía posible, una eterna existencia dominada por el placer y la locura, por las insidiosas sensaciones más primitivas del alma humana.
El campesino asintió. Nieth sacudió la cabeza, haciendo tintinear los apéndices anillados. La luz de las esferas flotantes se reflejó en sus estrechos ojos gelatinosos. Con gesto placentero, extendió el brazo y ofreció un dedo desproporcionadamente largo al hombre que permanecía casi tumbado sobre el frío suelo de su cámara. Asenet alzó la cabeza, observó con temor el dedo y pensó que debía de tener algún tipo de significado todo aquello. El dedo se acercó a medida que la Emperatriz salvaba la distancia que la separaba del hombre, bajando los escalones del trono con indomable determinación. Asenet sintió cómo el temor sacudía sus entrañas, estremeciendo todo su ser, arañando cada fibra nerviosa de su cuerpo. Pero también, oculto bajo el velo del miedo primitivo, yacía una sensación placentera, un estímulo hipotalámico que le provocó un ligero estremecimiento tanto en la nuca como en la entrepierna. Era tan hermosa, tan terrible. Un cuerpo desnudo de protuberantes pechos coronado por un cráneo deforme y horrendo, un monstruo de virtudes y horribles esencias que prevalecería por encima de los intereses mundanos de los simples mortales. La tela apenas lograba ocultar sus voluptuosas piernas, los filamentos anillados que sobresalían de sus rodillas como tentáculos naturales de los que emanaban gotas de una gelatinosa sustancia. Y el dedo se acercaba cada vez más, cada vez más, y no parecía que fuera a parar. De él brotó un ligero brillo, el reflejo de la luz sobre una gota líquida.
Como si hubiera recibido una orden silenciosa, Asenet abrió la boca y dejó que el dedo de afilada y larga uña entrara en ella, resuelto e imparable cual pensamiento proyectado hacia el objeto de deseo. Tjebenet sacudió la cabeza. La cadena tintineó, y sus labios pintados de púrpura se contrajeron hacia dentro, como si temiera recibir la dolorosa sensación del campesino.
-La carne ha de ser purificada antes de la ofrenda -exclamó Nieth, arqueando la espalda de puro placer. Su dedo se retorcía incontrolable en la boca de Asenet-. Recibe los dones de An III, Asenet, consagra la especie y contribuye al nacimiento de la prole que ha de reinar.
La Emperatriz retiró el dedo con asombrosa rapidez, llevándose parte del labio superior del devoto, y regresó a su trono de horror y locura biometálica, lamiéndose el dedo como si degustase una exquisita golosina. Asenet gritó y se arrojó al suelo entre terribles padecimientos, cubriéndose la boca con las manos para tratar de detener la sangre que perlaba el oscuro suelo de la cámara.
Pero la construcción que le rodeaba, que les envolvía en una suerte de pirámide visceral y brumosa, no parecía dispuesta a dejar que semejante festín se desperdiciara conteniéndose en el impuro y débil cuerpo del humano. Extendió sus largos tentáculos, sus brazos corrosivos que chascaban en el aire, y atravesó la piel y los huesos de Asenet, devorando todo a su paso, saciándose, vaciándole de sangre, de carne, de toda la vida, sorbiendo ruidosamente hasta que el brillo de sus ojos se apagó para siempre.
-¡Vive ahora eternamente, Asenet! -rugió la Ominosa Emperatriz, alzando los brazos hacia la negra techumbre de la cámara-. ¡Vive en mí y fluye por mis memorias! -el cuerpo del campesino, retraído en una suerte de piel plegada y restos sanguinolentos, era estremecido por unos pequeños tentáculos que sobresalían del suelo, como aprendices aprovechados que se alimentaran de la carroña dejada por sus mayores-. Pues sabe que soy Nieth, la Devoradora de Hombres, llegada del inexplorado universo para sumir toda forma de vida en una noche eterna.

miércoles, 9 de enero de 2013

Mirando al vacío

El hombre tomó asiento junto a su madre.
-Qué tiempos aquellos, mamá, ¿verdad? ¿Recuerdas cuando nos sentábamos junto al fuego a esperar que papá llegara de trabajar, mientras pensábamos en algún divertido modo de darle un susto? Qué sensaciones me produce todavía el imaginarlo; la calidez del fuego en los pies, el frío del invierno por la espalda, tus brazos rodeando mi pecho, el suave olor de tu cabello contra mi mejilla... Fueron años muy felices, mamá, muy felices y dichosos. ¿Y qué me dices del primo Jacobo? Menuda pieza estaba hecho. Siempre salías a defenderme cuando se metía conmigo, y enseguida me consolabas con tus palabras. ¿Te acuerdas? Ya nada volverá, todo quedó atrás, relegado a nuestros recuerdos. Todo se perderá, y nadie recordará lo felices que fuimos durante mi infancia. El chocolate caliente antes de los regalos de reyes, las risas frente al televisor, los cuentos antes de dormir... Y todo quedará olvidado, como si nunca hubiera existido. ¿Recuerdas, mamá?
El hombre se incorporó y depositó un beso en la frente de su madre antes de salir de la habitación.
Ella, consumida por el tiempo, continuaba mirando al vacío, recostada en una vieja cama con unas pocas y sucias sábanas cubriendo su piel putrefacta. El brillo de sus ojos hacía meses que se había apagado. 

viernes, 4 de enero de 2013

Perseguido

Creía que estaba siendo perseguido.
La sensación era inconfundible; un escalofrío que araña la columna vertebral. La gota de sudor que, indomable, se desliza desde la nuca hacia el coxis en una irrefrenable carrera. Había también otro elemento característico; la inquietud de saberse observado en todo momento, de ser perseguido hasta el momento de darse la vuelta y descubrir que todo ha terminado... por el momento.
Él pensaba que alguien le seguía, y no era sólo una suposición. Podía escuchar los pasos, la pesada respiración, y el peso de los ojos sobre su espalda le ponía los pelos de punta. Así que, resuelto a alejarse de aquel lugar, empezó a correr a través de la acera, esquivando a los transeúntes como si no fueran más que animales distraídos que impidieran cualquier huida. Chocó y tropezó, pero su instinto era mucho más fuerte, más apremiante. Si quería continuar viviendo debía salir de allí, abandonar la calle y resguardarse en la calidez de su hogar.
Cada vez estaba más cerca, por lo que corrió hasta quedarse sin resuello, siempre perseguido por el ente invisible que parecía moverse a su misma velocidad.
Cuando atravesó el portal dejó atrás la molesta sensación. Los ojos desaparecieron y los pasos fueron silenciados. Sonrió. Había ganado.
Al abrir la puerta de su pequeño apartamento, el miedo regresó con más intensidad. Los ojos estaban allí dentro, acechando entre las sombras. Alguien o algo le estaba esperando.

jueves, 3 de enero de 2013

Sin mirar por el retrovisor

Una larga hilera de luces y estrépitos taladra mi cabeza. Llevo cerca de media hora esperando y ningún coche avanza; creo que me volveré loca. Ni siquiera el ligero crepitar del tabaco en mis labios logra alejar la sensación de irrealidad que se está apoderando de mi mente, allí en la carretera, parada y confusa, viendo con desazón cómo pasan a toda velocidad por mi lado izquierdo. El zumbido que dejan a su paso me irrita aún más. Creo que llegaré tarde. Tampoco sé a dónde quiero llegar, pero sé que será tarde, muy tarde. La espalda me suda y noto cada nervio como si estuviera siendo pellizcado, y eso me pone aún más histérica, tanto que puedo llegar a perder el control.
La cola no avanza nada. Nadie ha venido para dirigir el tráfico; llevamos así demasiado tiempo. Empieza a caer una ligera llovizna. El ruido de los coches me perturba. Bien, ha llegado la hora de tomar las riendas.
Sujeto fuertemente el volante, lo giro hacia la izquierda, sin mirar por el retrovisor. Me da igual, si puedo llevarme a alguno conmigo, tanto mejor. Acelero un poco, lo suficiente como para asegurarme de que todo saldrá bien, y salgo de la cola, adentrándome en el carril izquierdo.
Lo último que escuchó es el largo e interminable claxon del coche y un inútil derrapar de ruedas.

Noche eterna

Llega a nosotros, cáliz inmortal
reina donde sale el sol
y tiñe de rojo las aguas.

Surge de tu negro abismo
y consume los mares y bosques,
no quedará nada salvo oscuridad.

Destruye todo lo creado,
porque vinimos de las cenizas
y un lugar allí nos espera.

La noche eterna se está acercando,
y con tu corona de fatalidad
reinarás sobre nosotros, pobres engañados.